#ElEstante: No faltaba más
Por Jorge Alonso Espíritu
La ilustración latinoamericana, y su división de tira cómica -cartones, monos, etc.- han dado al arte -¿a la literatura?- un buen número de exponentes que no sólo se han consagrado con su trabajo, sino que en ocasiones han pasado las fronteras de la representación artística para colocarse en la cultura popular. Así ha sucedido, por ejemplo, con el finado Quino, que con su Mafalda llegó a casi todos los rincones del mundo; Fontanarrosa, en argentina, o recientemente Trino en México -premiado en la Comic Con- son muestras de figuras que han trascendido de forma importante.
En nuestro país este género narrativo-visual ha sido tradicionalmente político: desde el Ahuizote hasta el Chamuco, los medios han privilegiado visiones cáusticas del poder. En la época moderna, casi todos los caricaturistas famosos, llamados aquí moneros, se han dedicado a esos temas: Rius, como padre de una técnica, El Fisgón y Hernández por la izquierda y Calderón por la derecha son representativos de esta forma de hacer dibujo.
Las décadas de los 80 y 90 vieron el surgimiento de un ala creativa sumamente distinta: Jis y Trino, y sus reconocidos personajes de trazos cercanos a lo grotesco tuvieron tal impacto que el segundo llegó incluso a ilustrar los libros de texto de las primarias mexicanas. Contemporáneo de estos, pero con un trazo mucho más fino Álvaro Fernández Ros, o simplemente Ros, se aleja también de la política para hablar de lo cotidiano con un humor menos ruidoso, pero ampliamente satisfactorio.
Colaborador habitual de El País, principal diario de habla hispana en el mundo, Ros destaca por cartones que rara vez provocan una carcajada y rara vez buscará ofender a alguien. En cambio, sus mundos, hechos de sitios comunes como oficinas, casas, con perros y gatos, y personas que podrían ser cualquiera de nosotros, son tan cercanos que resultan tiernos. El mundo no es el mejor lugar posible, parece decirnos, pero es un buen lugar.
El gozo que producen sus viñetas está al alcance de los lectores o espectadores a través de dos libros conseguibles en librerías: Cual para tal, publicado por Almadía, y No faltaba más, de Lumen. Ambos retratan la cotidianidad con líneas sencillas y estilizadas, que hacen a los oficinistas, náufragos o pacientes del diván seres tan bellos como divertidos, que nos hacen, después de esgrimir una sonrisa, querer un poco más la vida.